Somos uno entre más de 6 billones y a lo sumo viviremos 100 años. Entre tanta gente y en tan poco tiempo, ¿hay alguien ahí afuera que esté verdaderamente dispuesto a pasar desapercibido? En serio y en simple, ¿hay quien prefiera vivir y morir si no hubiera existido?
Entonces, ¿por qué dos zapatos en un par tienen que ser siempre iguales? O, ¿por qué un funeral tiene que ser aburrido? En todo caso, ¿dónde está escrito que una tienda tiene que estar llena de “mercadería”?, o puesto en fácil, ¿por qué la gente tiene que poner cara de iglesia cuando va a misa o al culto?
Hay demasiados códigos escritos y en exceso mucha gente dispuesta a seguirlos, hasta que aparece un Camper, un Apple, un Abercrombie, un Wii, un Swatch, un Martin Luther King o un Bono, y demuestran que hacerlo diferente es más grande, más efectivo y más emocionante.
En nuestra minúscula dimensión, cuando en Tribu decidimos construir nuestro espacio, procuramos abiertamente que nuestras oficinas se parecieran a cualquier cosa menos a las de un cliente, con todo el debido respeto. Teníamos que mostrarles que hacemos lo que decimos, que tenemos valor y que en todo lo que invertimos, lo hacemos como se los recomendamos a ellos diariamente.
Cuando elegimos nuestra misión, no mencionamos a los accionistas, no incluimos la palabra “mejor”, no hablamos de responsabilidad social (pues está en el ADN de todas formas) y por esto y mucho más, “llenamos el mundo con Lovemarks” desde una compañía que no solamente se llama sino que es Tribu de verdad, pues más que un nombre, es un compromiso.
Al encontrarnos en sueños enormes y lejanos, descubrimos que no los alcanzaríamos solos y por esto, aprendimos a ser solidarios, gremiales, colectivos, direccionadores y hasta contagiantes, pues nos movimos de la visión individual a la colectiva, y en el camino, nos enamoramos de la idea de ganar más si ganamos todos. Al principio y al final, estamos convencidos: nada es imposible.
Aprendimos a soltar, nos volcamos a confiar y ser confiables, decidimos conectarnos con lo más grande y lo eterno, buscamos balance y equilibrio de todas nuestras dimensiones personales, para abrir ojos a nuestra condición pasajera y entonces enfocarnos en la importancia de significar y trascender, por muy elevado que suene a los que están clavados en el bottom line.
Entonces, es fácil reconocer que no tiene sentido pasar por acá desapercibidos. El riesgo debe ser bienvenido a la vida de todos, con el nombre y la cara en la línea, para dejar atrás el “bien por dicha”, el “pura vida” y el “todo tranquilo”, el serrucho, el choteo y el anonimato, para abrir espacio a la ansiedad en la base del estómago, el labio mordido y el parpadeo inquieto, pues no estamos para recorrer caminos que ya otros han gastado, ni estamos para seguir dejando pasar el tiempo sin dar una sonora campanada.
En marcas, así sea tu nombre y apellido, en la vida, en tu carrera profesional, en tu vida personal, en lo que hagás y lo que digás, en la forma como movés tus días y los conectás con otros, en absolutamente todo, pasemos de afluencia a influencia, de existir a significar, de respirar a soplar, haciéndolo como nadie lo había hecho antes.
