Tengo varios años de escribir A Fuego Lento. En las épocas de mayor intensidad sobre las teclas, como es de esperarse, las visitas se elevan y la conexión con lectores se fortalece. A la vez, cuando suelto el teclado y dejo de compartir, baja el interés y como una pareja que se aleja, nos enfriamos.
Igualmente, cuando dejo de compartir ideas o simples pensamientos, descubro que mi deseo de hacerlo decrece y mi intención por acercarme también. Por un lado me atrae el encanto de la discreción, mientras que del otro me seduce escribir con esta facilidad inmediata de publicar con un clic.
Cuando he tomado pausas lejanas en lugares remotos, donde la vida se vuelve por completo análoga y ni siquiera por un segundo digital, redescubro todo lo perdido y me antoja quedarme de ese lado. Cuando el Twitter, Gowalla, el Foursquare, Facebook o tanto más se encienden, disfruto mucho la conexión comunitaria increíble que solo había sido posible hasta en estos tiempos.
En todo caso, lo cierto es que llevo varios días en mutis y supongo que con la excepción de este hipo pasajero de hoy, así me voy a quedar por unos días. Ya luego volveré a estar on cuando tenga más para agregar que esta reflexión divagante y de poca o ninguna sustancia.
Viene Cannes, acabamos de pasar un Ignite, el Volcán está a la vuelta de la esquina y vamos en tropel para el SXSW, mientras que el Openhouse continúa su proceso. Gineth Soto subirá al Everest y Maybelline Temple está buscando cómo hacerse de una casa nueva. En Montevideo tenemos un maravilloso grupo de nuevos amigos y en Centroamérica estamos en sintonía. La vida continúa y agradecidos continuamos nuestro recorrido. Aquí de regreso en un par de días.
Mucho en el horno.
